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Antología del escombro ilustrado

No se trata de hacer escombros, sino de pintar sobre ellos. Tampoco es cosa de construir sobre ruinas. Las ruinas tienen otras connotaciones. Nos hacen pensar en antiguas civilizaciones, en imperios en decadencia, vestigios de un pasado glorioso o, al menos, de una cierta nobleza. En un texto dedicado a ellas, Georg Simmel señalaba que “el encanto de las ruinas consiste en el hecho de que una obra del hombre es percibida, finalmente, como si fuera producto de la naturaleza”. Los escombros son más modestos, prosaicos, completamente ajenos a la naturaleza. También es otra la relación con el tiempo: las ruinas involucran a la Historia con mayúsculas, los escombros tienen una acentuada contemporaneidad, son efímeros. Cascotes, trozos de cemento y cerámicos, restos de argamasa, arena, polvo… Si las ruinas se relacionan con la memoria y la duración, los escombros en cambio hablan generalmente de miseria y olvido. Polvo al polvo…

Sin embargo, Jorge Opazo no solo preserva lo efímero sino que lo transforma en pequeñas obras de arte. Rescata cuidadosamente trozos de escombros, como si de rocas lunares se tratara, y dibuja y pinta sobre ellos escenas seleccionadas de enciclopedias juveniles sobre el espacio. Como en los films de Neill Blomkamp, conviven los materiales pobres, la miseria cotidiana y la ciencia ficción. Sobre los cascotes que hablan de decadencia y especulación inmobiliaria, se despliega un mundo de un cierto candor infantil y de una imaginación desbordada. Sobre esos restos del presente, las imágenes de un futuro que ya es pasado o de un futuro que nunca será, como fragmentos casi indescifrables de falsos murales que cuentan historias fantásticas de encuentros extraterrestres y viajes interplanetarios.

 

                                                 Daniel García, Rosario, octubre de 2015.

Entrevista

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